9315 - La alianza griego-armenia
N. Lygeros
Traducción al español de Eduardo Lucena González y Olga Raptopoulou
La alianza griego-armenia no es una utopía, es una necesidad derivada no solo de la existencia de los genocidios a los que hemos sido sometidos por la barbarie del genocida Kemal, sino también de la pasión por la libertad y el amor por nuestra tierra. Por otra parte, en el contexto del cristianismo, tenemos tanto en común que no tiene sentido el medirlo. El pueblo armenio no es un extranjero, es el nuestro. Y los lazos que tenemos entre nosotros son cadenas que nos obligan a hacerlo, no solo de manera racional sino siempre con dignidad. Ambas poblaciones son pequeñas, pero poco frecuentes, por haber ofrecido tanto a la Humanidad. No podemos traicionar una amistad, sea cual sea la excusa. Kemal nos decapitó y puso las cabezas juntas. Heridos por la misma sangre, lloramos con las mismas lagrimas porque teníamos el mismo perpetrador. Sin embargo, la razón fundamental era la humanidad de nuestros pueblos. Por eso los nuestros se han convertido en victimas. No obstante, debemos comprender que muchos de ellos se convirtieron en Justos al pasar los años. Esta mezcla del tiempo con la humanidad es la que une a los dos pueblos mucho antes del genocidio. Dichos pueblos se deben cuidar uno a otro, con el fin de tener un contexto de alianza. No importa si los dos estados no son contiguos en el espacio; es importante que tengan tiempo común. Los dos pueblos no necesitaban un genocidio para unirse. Estaban ya en el mismo contexto y por esta razón también fueron objetivos de los genocidas. El conflicto está entre los valores y los principios. El problema de Turquía es que todo su fondo es solo una cuestión de principios porque en cuanto a los valores sus bases son las víctimas del múltiple genocidio. Por lo tanto debemos centrarnos en el Artsaj porque no podemos dejar a los armenios solos, contra los Azeríes dirigidos por el régimen de Turquía. Artsaj no es una región dudosa, sino una tierra armenia desde hace siglos. Si realmente deseamos resistir la barbaridad que es capaz de destruir un cementerio armenio, por su ejercito oficial y no por los extremistas, hay que tener cuidado de los movimientos estratégicos y en consecuencia de nuestras decisiones nacionales. Si queremos ser respetados por los demás, debemos ser respetuosos. Y eso va tanto para los aliados como para los enemigos. De lo contrario, el Estado no apoya en la práctica la alianza griego-armenia.