Los enfoques clásicos de la cuestión kurda dan la impresión de que esto sólo se trata de un tema de los derechos humanos, dentro de una zona que se declara país. El problema verdadero es de naturaleza estratégica y ya se presenta muy claro en el Tratado de Sévres y la demarcación del presidente Wilson, bajo las ordenes de las fuerzas europeas. Dicha zona en el mapa no fue perfilada de manera ilegal y no se hizo para el desmembramiento del imperio. Solamente siguió la realidad etnológica. Ahora algunos se han dado cuenta de que las cosas han cambiado radicalmente con los genocidios de los armenios, asirios y griegos. Los mismos analizan el Tratado de Kars, Lausana y Ankara como datos, sin darse cuenta de que no incluyen la realidad kurda. Además, no tienen en cuenta a los armenios que permanecieron cristianos ocultos y tampoco a los demás que se convirtieron en musulmanes con violencia. El resultado es que los kurdos y los armenios también viven en las zonas llamadas Kurdistán y Armenia Occidental y por el momento esto no puede ser pasado por alto y aún más para el futuro. Ambos pueblos se encontrarán, tarde o temprano, oficialmente en su tierra y no simplemente bajo el yugo de un régimen de ocupación que no respeta ni siquiera su presencia en los territorios que controla. Está claro que este enfoque tiene repercusiones geopolíticas que debemos tener en cuenta para participar de manera efectiva en esta lucha de las personas que sufren sin razón sustancial, sólo porque la barbarie no ha sido detenida.