La carta de Morosini
exponía el sufrimiento
de su pensamiento,
reflexionando
el gran mal
que había caído
sobre toda la Cristiandad
tras la caída de Candía
en las manos de otomanos,
y que él preferiría
mil veces
que le hubieran matado
y que se perdiera
bajo las ruinas
de la ciudad,
pero Dios
le quería vivo
para una nueva misión
que llevaría a cabo
para Peloponeso
y su libertad.