En el Gran Castillo,
en el bastión
de la Cristiandad
del Mediterráneo,
Morosini luchaba
con su espada,
pero al mismo tiempo
como diplomático
en la corte de Francia
de Luis XIV
otro miembro
de su familia,
Juan,
había sido elegido
de Venecia
a activar
los aliados
que lucharían
de modo que su fe
siguiera viva
en Creta
sin la invasión
de la medialuna,
de la ausencia
de los iconos.