22538 - La resistencia de los sitiados
N. Lygeros
Traducción al español de Olga Raptopoulou
El campamento militar de los otomanos era siete veces más grande que lo de Viena,
pero los europeos no cobardearon y se mantuvieron en los puestos de combate.
Los cañones turcos estaban bombardeando la ciudad sin cesar,
provocando los mayores daños en las calles pavimentadas.
Sin embargo, los sitiados las rompieron todas, de modo que las balas de cañón se hundieron.
Los otomanos estaban cavando túneles bajo las murallas
para explotarlas, aunque en vano.
Los europeos las protegían gracias a las técnicas de Niklas Salm.
Habían colocado cubos de agua con el fin de detectar los ataques
en las bodegas cerca de la puerta, y cuando cayeron,
descubrieron seis túneles que
fueron cavados por los turcos.
Entonces, contraatacaron con sus espadas,
ya que las armas podrían haber explotado todo,
debido a la gran abundancia de la pólvora que había.
Cubiertos por su sangre, los sitiados no dejaron a ningún bárbaro
pasar y activar las bombas.
Encontraron las minas y las desactivaron.
La noche siguiente vestidos en capas negras y con bombas
que habían preparado, irrumpieron el campamento
de los otomanos, sin que nadie se diese cuenta,
y las tiraron a las tiendas de campaña.
Dos millones de turcos murieron, mientras dormían.
Los últimos, habían prometido rico botín a los Jenízaros para tomar la ciudad.