20964 - Malta 1565

N. Lygeros
Traducción al español de Olga Raptopoulou

En Malta, hace 450 años, tuvo lugar una hazaña que fue interpretada como milagro en toda Europa, ya que 700 Caballeros y 5000 malteses consiguieron resistir en el Gran Asedio de decenas de miles de otomanos sin haber cedido jamás, incluso en los momentos más difíciles. Cuando tu pensamiento logra concebir tal hazaña, mientras te fijas en el tamaño de la isla, te das cuenta que hubo una preparación. Dicha preparación había sido comenzada tras el segundo Sitio de Rodas en 1522, porque allá se encontraban los que se convertirían en los Caballeros de la Orden de Malta en el futuro y eran los Caballeros Hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalén. Sabían, pues, perfectamente qué significaba una derrota ante un enemigo poderoso. Además, fueron testigos del error de 1559, en cuanto los otomanos capturaron a todos los 500 habitantes de la isla de Gozo. Los Caballeros de San Juan habían aprendido la potencia del mar por las islas griegas, porque habían sido educados por el mismo mar muy bien. En el mar cualquier error costaba mucho y cualquier gran error provocaba la muerte. Así que toda la ciudad de Malta había sido reforzada poliorcéticamente. No era sólo cuestión de fortificación, sino toda la superestructura debía aguantar y hacer frente a los ataques sólidos y repetidos de la barbaridad conocida. Las murallas de Malta son la obra de este espíritu. Los Caballeros no abandonaron nada a su suerte, porque habían experimentado antes los resultados en Jerusalén y Rodas. Por muy duro que fuera cada ataque, debería encontrar la resistencia del muro. De hecho, la ciudad de Malta está llena de bastiones, caballeros, torres cuadradas y muros cortinas. Y en combinación con el mar, se puede describir como un barco hecho de piedra. No obstante, se necesitaba también la combatividad, porque sin ella las murallas permanecerían sólo piedras que se caerían sin apoyo. Así que, cuando los Caballeros se derrotaron en el Fuerte de St. Elmo, no se arrodillaron, a pesar de que los otomanos echaron al agua del Gran Puerto los cadáveres sin cabeza de los Caballeros que estaban allí, clavados en cruces. En represalia, el Gran Maestre ordenó que todos los prisioneros otomanos fueran ejecutados y que sus cabezas fueran utilizadas como bolas de cañón disparando a los invasores. Así, pues, los otomanos se dieron cuenta de que no habían intimidado a nadie a través de su movimiento. La resistencia de Malta era mucho más grande que su crueldad. Por mucho que intentaran, Malta nunca cedió y, después de 450 años, el milagro de Caballería sigue perdurando en la memoria del pueblo.